domingo, 12 de mayo de 2013

Intervención de la presidenta de Amaranto Cultural, asociación organizadora del acto.






Muy buenas tardes a todos y muchas gracias por vuestra asistencia a la presentación del libro Los gatos de Santa Felicitas, de Dolores Estal Hernández.

Soy Carmen Martínez, presidenta de Amaranto Cultural y quiero presentaros a las personas que amablemente han querido compartir esta mesa con la autora.

Ellos son:

—Maribel Sáez, Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Sagunto.

—Carlos Alberto Cabrera, Profesor de historia y Lengua.

Agradecemos su presencia.

 

A partir de este segundo año en Amaranto, como todos estamos ya más asentados, las presentaciones de libros organizadas por nuestra entidad, corre a cargo de mi compañera Lola Estal, que es nuestra coordinadora del área de literatura; pero en esta ocasión y dado que ella misma es la autora del libro que hoy se presenta, me ha pedido que sea yo la que desempeñe esa función. Lógicamente estoy encantada de hacerlo y no sólo porque ella es mi compañera, sino porque la aprecio de verdad y le tengo cariño, porque ella es muy válida y porque el libro que ha escrito es una pasada.

Cuando tengáis ocasión de leerlo, me daréis la razón.

Quiero que me disculpéis, pero nací sin la vena que forja a los grandes oradores. Para hablar delante de vosotros he tenido que echar mano, como otras veces, a estos folios; lo mío es más la escritura. Este discurso lo escribí con mucho cariño hacia mi compañera Lola, en la soledad de mi estudio, pero en medio de muchos papeles, para ser leído en medio de muchas personas y en una tarde como hoy.

Una vez leí o le oí decir a alguien que leer es colocar una prótesis en el corazón. Todos hemos tenido la sensación de que algo nos falta, de que estamos incompletos aunque no podamos definir con claridad cuál es precisamente esa pieza que en algún momento perdimos o que, seguramente, jamás hemos tenido. Tal vez nos falta algo de aventura, tal vez un poco de amor, tal vez simplemente queremos algo que le dé sentido a nuestra vida. Leemos para eso, para suplir esa carencia. Leemos porque nos sabemos incompletos y para completarnos tenemos que echar mano de medios artificiales. Nos ponemos entonces, una prótesis de literatura. Las palabras son el hilo con el que solemos remendar nuestro roto corazón.

Es precisamente este hilo, el de la literatura el que construye palabras, el que se ha unido a este libro hecho de partes traídas de dos lugares del mundo: Argentina y España. La literatura y las palabras han conseguido que surgiera esta historia novelada que hoy os presentamos, con el título de Los gatos de Santa Felicitas.

Escribir es unir fragmentos y dar forma a un relato. El escritor toma cosas de aquí y de allá, une los sentimientos con las anécdotas y con su saber hacer. Nuestra autora ha demostrado que sabe hacerlo muy bien. Este es el primer libro que publica, pero no lo primero que escribe. Ella ha escrito antes algunos cuentos distribuidos en pequeños libros, así como bastantes poemas —preciosos poemas que a mí particularmente me encantan—. Y no hay que olvidar que, como redactora de la revista Amaranto, nos regala cada trimestre artículos de una innegable calidad literaria.

La primera vez que tuve ocasión de presentar un libro, me dije que no tenía muy claro para qué era necesaria la presentación de un libro; porque opinaba, y aún sigo opinando, que un libro, que un buen libro como es el que hoy nos reúne, se presenta por sí mismo.

Esta historia de Los gatos de Santa Felicitas es de esos libros que se presentan y se justifican solos, y eso se aprecia de inmediato nada más ojearlo, y que se corrobora de forma rotunda tras su lectura.

Así pues, y como estoy segura de que los méritos de este libro están por encima de mi modesta participación —y pidiendo disculpas a nuestros invitados—, esta presentación podría acabar ahora mismo recomendándoos que no perdáis un solo instante más escuchando mis palabras y acudáis cuanto antes a haceros con el libro.

Sin embargo, os confieso que con el tiempo he ido modificando mi criterio anterior sobre lo innecesario de una presentación, porque he aprendido a darle a un acto como éste una mayor dimensión y significado. La presentación de un libro, según lo entiendo ahora, es, o debe ser, más que un acto social, un acontecimiento cultural y, por tanto, una ocasión memorable y gozosa, sobre todo en los tiempos que corren.

 Nosotros, en Amaranto Cultural ya estamos haciendo lo que podemos en pro de la cultura.

Esta presentación del libro de nuestra compañera Dolores Estal, es una muestra de ello.

Una parte de la historia vivida en la dictadura de los años setenta en Argentina, está condensada en este libro.

Tratar de daros unas pinceladas de su contenido resulta difícil porque es tan densa la historia, y tal la evidencia de un trabajo tenaz, bien documentado y concienzudo, que se me hace casi imposible destacar tal o cual capítulo. De todas formas, aunque sé que la autora nos hablará ampliamente de su obra, y quizá también nuestro invitado Carlos, que es argentino y nadie mejor que él para comentar este libro, quiero decir que Lola Estal en esta novela, ha sabido demostrar una vez más, que el maridaje entre la literatura y el arte funciona; al igual que el misterio, el romance y los finales imprevisibles; Y tal como dice nuestra común amiga Débora cuando nos habla en una página, de la Iglesia de santa Felicitas; el libro está impregnado de historia, amores, desamores y muerte. Todo ello forma parte de esta obra que nos hace recordar temas que nunca deberían quedar en el olvido.

Cuando leáis este libro quedaréis encantados por la sencilla riqueza narrativa y descriptiva desplegada en él. Yo lo leí hace poco tiempo y me gustó muchísimo, me enganchó de tal forma su lectura, que no podía dejarlo, y lo leí de un tirón. Os aconsejo que lo compréis, porque os va a encantar.

Y es que nuestra autora es una trabajadora nata, que se implica mucho en todo lo que decide hacer. Sé que le ha costado muchas horas, esfuerzo y un trabajo de documentación importante escribir esta novela, pero todo ello ha valido la pena. Y es que yo pienso que sentándose a escribir cada día es como uno consigue ser escritor. Quienes no lo hagan así, en mi opinión, siempre quedarán en aficionados.

En la redacción de Amaranto estamos encantados de contar con Lola. Es voluntariosa, animosa, eficiente, cumplidora y, lo más importante, muy buena persona y muy buena compañera.

Me habría encantado haber podido incluir en alguna página de este libro mi opinión sobre la autora y su obra, para que todo el que lo leyera tuviese este conocimiento a modo de información, pero al menos, estoy contenta de haber podido expresarlo aquí hoy.

Solo me resta decir que espero poder presentar muchos más trabajos de ella, que este libro sea sólo el principio de otros tan magníficos como Los gatos de Santa Felicitas.

En nombre de todos tus compañeros de Amaranto Cultural y en el mío propio, enhorabuena y gracias por esta obra literaria que has regalado a la cultura.

A continuación paso la palabra al profesor Carlos Alberto Cabrera.

 
Discurso de Carmen Martínez  Falla, presidenta de Amaranto Cultural y directora de la revista Amaranto.


 

jueves, 9 de mayo de 2013

Del Cap. V (fragmento)

 
 

 
[…] Juan llegó a divisar a Margarita frente al parque Lezama; al levantar el brazo para que ella se percatara de que ya llegaba a la cita, alguien por detrás se lo agarró impidiendo que el gesto la alertara de su presencia. Dos patotas lo maniataron, lo introdujeron en un coche y le cubrieron la cabeza con un trapo negro.
      
Desde aquella tarde en que fue secuestrado, pasó por diferentes lugares y métodos. En primer lugar lo llevaron a la quinta, propiedad del Servicio Penitenciario. Allí conoció Juan el dolor. Primero fueron los golpes; después, la picana en la parrilla; las quemaduras… Al finalizar las sesiones de tortura, era llevado a un cubículo o cucha. En la cucha llegaba la humillación. Continuaba con los ojos vendados y maniatado, pero lo más humillante era sentir en su carne la cálida humedad de sus propios orines […]

(Fragmento, pág. 65)
Ilustración: Débora Tráchter.