Los gatos de Santa Felicitas
Dolores Estal
Hernández
Los gatos de Santa
Felícitas.
Amaranto cultural,
2011
Hay que llegar al
final de esta novela, la primera que publica Dolores Estal, para
tener la certeza de que en ningún momento ha sido su intención “juzgar ni
justificar unos acontecimientos vividos por una parte de la ciudadanía argentina
durante los años de la Dictadura Militar”, confesión que puede constituir
una de las sorpresas que aguardan al lector o lectora en cualquier rincón de las
precedentes doscientas treinta páginas.
Una novela que tiene
mucho de ausencias, pues una ausencia, la de su hermano Blas Estal, es el germen
de conocer, en la distancia, la Iglesia de Santa Felicitas, en el barrio de
Barracas, Buenos Aires, Argentina y, fijado el eje de la novela, a través de uno
de los personajes, Rosita en concreto, unirlo con la costa mediterránea de
España, allá donde vive la autora, que seguro nos espera para pasear por su
amada Calderona mientras disfrutamos del paisaje y de sus aromas.
Pero una novela cuya
trama transcurre durante el periodo de la Dictadura Militar- así escrito por
ella, en mayúsculas- difícilmente puede dejar a un lado, en algún momento de la
narración, las desapariciones de jóvenes, las torturas, las bolsas de plástico
en la cabeza de las víctimas y, o mejor dicho, o cómo éstas eran arrojadas al
mar desde aviones.
Y eso que Santa
Felicitas es una Iglesia que atrae inopinadamente al joven protagonista, el
mismo que nos narra la historia desde lo que ve y desde lo que cree ver cuando
tiene experiencias místicas en el interior del templo. Allí, además de conocer a
cientos de gatos, entabla amistad con Calixto, otro enigmático personaje
seducido también por el lugar y lo que en él cree ver, o cree oír, y que el
lector tendrá que descubrir a lo largo de la narración.
Dolores Estal ha
tenido mucho cuidado en ocultarnos la identidad del joven narrador. Conoceremos
a todos los personajes por su nombre, menos a él. A Mariela, su madre; a Mateo,
la pareja de su madre, y cuyo anuncio de boda desatará confesiones inesperadas;
a Juan, cuya desaparición y ausencia lo harán más dolorosamente presente; a
Isabel, su hermana; a Rosita, su novia, enamorada tanto de su tierra española
como de sus lazos argentinos; al citado Calixto... pero quien escribe esto se ha
quedado con las ganas de conocer el nombre del protagonista y
narrador.
Un joven que tiene
muy presente que “en ocasiones somos nosotros mismos quienes generamos los
prodigios con nuestra fuerza”, y en la novela hay mucho de esos prodigios
personales hasta llegar a un final del que yo mismo me pregunta si es
¿inesperado?
Francisco Javier
Illán Vivas
No hay comentarios:
Publicar un comentario