jueves, 30 de marzo de 2023

Los gatos de Santa Felicitas - reedidición-




«Quiso la fatalidad que hace ya poco más de un año me pusiera en contacto con una amiga y colega de mi querido hermano, ausente hoy en mis días, aunque no en mi recuerdo.»

Han pasado casi catorce años desde que comenzara, con las palabras que preceden, la introducción a esta historia.

Durante todo este tiempo la vida ha seguido su curso. El duelo se fue superando poco a poco y otros vinieron a hacerse hueco, aunque nunca de forma tan intensa. La amistad con Débora sigue intacta, pero ahora hemos sustituido los e-mails por videollamadas. Otras imágenes y colores —así como otras historias narradas— nos han mantenido ocupadas; y mientras nos dedicábamos a nuestras respectivas tareas, la primera edición de Los gatos de Santa Felicitas se fue agotando.

La falta de ejemplares y el deseo de muchos lectores de conseguir uno de ellos, aconsejaba esta nueva edición que ahora ve la luz a través de Ediciones Ondina.


Punto de venta: ondinaediciones.com


sábado, 22 de septiembre de 2018

Centro Aragonés. Presentación




De nuevo el otoño. Llega perezoso, como si le costara despertarse de un largo sueño. Hay otoños que marcan y otros que pasan desapercibidos. Este viene con el peso del recuerdo. Todos y cada uno de ellos viene con voces e imágenes de los que le precedieron. No obstante, este es especial. 

La hoja del calendario me lo indica. Es un calendario tradicional, de papel, con sus meses separados en páginas diferentes. Números negros encerrados en cuadrados blancos. Muy visibles. Septiembre tiene una fecha, de dos dígitos, y arrastra una ausencia: «Se cumple el décimo aniversario», me susurra.

Yo no necesito que me lo recuerde. Lo leo en mis versos, en la lluvia caída recientemente, y en los archivos de mi ordenador que últimamente visito a diario.

Deseo conmemorar esa fecha, ese aniversario, hacer algo especial para que este 21 de septiembre no se quede solo en eso, en una fecha más para el recuerdo. Quisiera dotarla de algo diferente. Me empeño en que el décimo aniversario se vista de luces. Y recurro a los momentos difíciles, pero esta vez prescindiendo del llanto. Si acaso, una lágrima furtiva cuando estoy a solas. Una lágrima que sea solo mía.

Me desprendo de ella con pañuelo de tela, como los que él solía utilizar. Me miro en el espejo y, con diez años más en mi rostro, sonrío. Le sonrío, aunque sé que no me ve desde ningún sitio. Se fue y nunca más volvió. No está en ninguna estrella, ni vagando por la casa cuando todos dormimos. Convertido en ceniza reposa bajo un viejo algarrobo en un parque nacional cercano, orientado al punto por el que la luz se posa en su mar cada amanecer.

En un rincón de mi casa, un puñadito de aquella ceniza que un día fue su cuerpo, sigue custodiando discretamente una de sus pinturas, muy cerca de una caja donde guardo los ejemplares del duelo. Porque eso significó aquel trabajo que hablaba de gatos, iglesias, infortunios, amores y despropósitos. Allí, oculto entre las páginas de Los gatos de Santa Felicitas, sigue respirando su nombre con su corazón prestado. En cada poema y en cada una de las referencias a los colores que empleé para evitar el llanto.

Quise rescatar los libros dedicados a él. Y quise que vieran de nuevo la luz. Hablé con amigos y amigas: Marian se prestó gustosa a organizar el acto, Mariachu y Sherpa a acompañarme en la mesa, Laura a representar a la entidad donde se llevó a cabo el evento. Y, al frente, los amigos… Personas diferentes a las que vivieron el primer alumbramiento de la novela. Tan solo unas pocas sabían el porqué de mi encierro en ella durante más de un año., hasta que le puse el punto final.

Fue una tarde muy especial. Se habló de mí y de los gatos, de la iglesia y de Felicitas Guerrero… se habló mucho y de forma muy amena. No vacilé en ningún momento en mi intervención. Me sentía cómoda, relajada y segura. También me sentí querida por todos. En algún momento mi pensamiento voló hacia aquel 21 de septiembre del 2008, a la habitación de la cuarta planta del hospital de Portaceli, a los salvajes estertores, a mi silencio e impotencia mientras le tomaba la mano, a la lluvia desencadenada en el momento del tránsito… Pero fue solo durante unos instantes. Las palabras de Sherpa y de Mariachu, la ternura de ambos y la atención y el respeto de cuantos estaban en la sala hicieron que me creciera. Tanto que, a ratos, ni siquiera recordaba la razón del evento.

Desde aquí deseo dar las gracias a cuantos me acompañaron en la tarde de ayer, así como a aquellos que no pudieron asistir pero que estaban presentes de intención.

Para todos y cada uno de ellos, un gran abrazo con todo mi cariño. Y también, cómo no, a mi querida amiga Débora Trachter, siempre presente en la portada de Los gatos de Santa Felicitas.






miércoles, 12 de septiembre de 2018

Presentación C.Aragonés






Nos vemos de nuevo, esta vez en Centro Aragonés de Puerto de Sagunto. Con la compañía de Mariachu López y Sherpa Hogan.

martes, 12 de diciembre de 2017

LA LIBRETA AMARILLA


 
 
 
 
«Hace unos días decidí que voy a utilizar una libreta. De color amarillo, sí; para identificarla entre el resto de los papeles que tengo siempre tirados por cualquier sitio.

Quizá no deba preocuparme mucho por mis descuidos, y estos sean debidos al momento de crisis por el que todos atravesamos. Las cosas no van bien para nadie, la gente discute en los programas de la televisión y yo me indigno cuando observo la falta de argumentos en muchos de quienes nos gobiernan.

Ayer, sin ir más lejos, rompí el televisor. Bueno… yo no lo recuerdo, pero mi hija le ha dicho al médico que lo rompí yo. Dice que me enfadé muchísimo con un señor que defendía en la tele las bajadas de las pensiones a los jubilados. Era por la tarde y yo estaba planchando. Teresa le ha contado al médico que lancé la plancha contra la pantalla. ¡Menudo susto debieron de darse! Sobre todo, los de dentro de la tele.

La verdad es que, efectivamente, estoy sin televisión, pero no creo que la haya estropeado yo con lo de la plancha. ¡Cómo no iba a recordar algo así! Estoy bien y no me pasa nada; es solo eso, que hay crisis y quieren que la paguemos los de siempre. Y yo, pues me indigno, como cualquier hijo de vecino. Pero como Teresín se ha puesto tan pesada, pues hemos ido al médico.

Casi llegamos tarde y se ha enfadado conmigo. Últimamente se enfada por cualquier cosa. Resulta que yo andaba buscando mis gafas desde anoche. «Marisa me ha robado las gafas» le dije cuando la llamé para decirle que no se fiara de la chica que viene los martes a limpiar. Debió  de molestarse porque, según dice, eran las dos de la mañana cuando la llamé. Eso no es cierto, porque yo a esa hora estoy barriendo la calle.

—Lo que necesito es un poco de descanso. Descanso y encontrar mis gafas —le he repetido cuando ha venido a buscarme para ir al médico—. Es todo cuanto preciso, no médicos. 

—Mamá… las llevas puestas. Anda, vámonos que se hace tarde.

—¡Huy, qué tonta estoy, Teresa! Si no me lo dices, ni me doy cuenta. [...]»
 
***
 
Así arranca esta historia contada a dos voces, la voz de la desmemoria y la del cariño. Ambas os esperan el próximo día 18 de diciembre, en La Casa Municipal de Cultura de Puerto de Sagunto. Allí os espero yo también, en buena compañía y ambiente prenavideño y ameno.
 
De Fragua y Yunque.
 

jueves, 8 de enero de 2015

Indiana ha dicho:



 
Ayer terminé de leer este libro. Lo leí despacio, como el que saborea un buen vino.
Su trama me hizo sobrevolar a baja altura un pais en plena dictadura y otro recien salido de ella. Tomé un mate en una bodeguita de Barracas mientras sonaba de fondo un tango, y poco después una cerveza mirando las viejas chimeneas de los hornos de Puerto de Sagunto. Sentí como viejos conocidos a un tropel de gatos que poblaban una vieja iglesia, y vibré con un amor vivido en la distancia.
     Algunas veces basta con hacer callar a la boca para que hable el corazón.
     Qué decir: gracias por ser mi compañero de viaje, por recordarme que las personas no son solo un nombre, tambien son una historia, una... Vida.
     El texto muy profesional.
 
(Conclusiones de Indiana Indiana al finalizar la lectura de Los gatos de Santa Felicitas.)
 
 
Fotografía: Débora Trachter

viernes, 5 de septiembre de 2014

Comentario acerca de la novela.


A medio camino entre la novela histórica y la fantástica, Los gatos de Santa Felicitas nos transporta a la convulsa Argentina de finales de los '70. Allí se desplegará una trama sobrenatural en la que los fantasmas del pasado de la mítica iglesia de Santa Felicitas atraerán al protagonista principal, un joven enamorado y atrapado en los años más difíciles de la dictadura militar.

   Se trata de una historia conmovedora y sorprendente, en la que el ritmo no decae en ningún momento y cuyo tratamiento la acerca por momentos al Realismo Mágico. Especialmente indicada para interesados en la historia argentina y en una época tan particular como el tránsito entre las décadas de los '70 y los '80 a ambos lados del Atlántico...
 
 
Ismahell19.